jueves, 25 de octubre de 2012

El poeta en su tierra


Mientras espero en el aeropuerto de Tampico la salida de mi vuelo, pienso lo que está sucediendo a esa misma hora en la Sala de Cabildos del Ayuntamiento de la ciudad. Aún sin estar ahí, sé de la turbación, el nerviosismo que hará apenas una mínima sonrisa en los labios del escritor Arturo Castillo Alva, eso que parece más bien un gesto tímido donde asoma la satisfacción del momento.
Luego, estoy contenta esta mañana en la que sostenida a 20 mil pies pienso en realidad en la altura de la obra de Castillo Alva.
Escritor sin grandes tirajes, sin traducciones, sin reedición, sin declaraciones mediáticas, sin puesto oficial. Escritor en sus ocho letras, en la fronda de sus muchas hojas, en un solo compromiso, en un tiempo todo. Basta eso. Porque “Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido” según reflexionara sobre la tarea literaria Marguerite Duras.Cuando conocí a Arturo, yo tenía 18 y no podía imaginar la impronta que su figura tendría en mis quehaceres y afanes. He madurado mis años viéndolo escribir con disciplina, que luego es costumbre casi adicción y se decanta en oficio.
lo he visto asumir la palabra con humildad, mantenerse en su exilio creador, nadar aguas marginales sin otra ambición que no sean las letras. A veces también lo he visto aceptar con recato premios, asistir con pudor a reconocimientos.
Parafraseando el aforismo podríamos afirmar que nadie es poeta en su tierra… pero ¿Y si lo fuera? ¿Dónde cabe la voz en este mundo de redes saturadas y de prisas? ¿Quién escucha las líneas impresas? ¿Qué clase de sociedad es entonces aquella que da lugar y se reconoce en las palabras de sus creadores?
Sin duda es un grupo que pone en su centro al hombre, que se autovalida, que se impulsa para continuar creciendo.
El Cabildo del Gobierno Municipal de Tampico, según la declaración de la alcaldesa Magdalena Peraza Guerra, aprobó de manera unánime la propuesta de otorgar a Arturo Castillo Alva la presea José de Escandón que se entrega al ciudadano ilustre. “Al poeta por su obra lo reconoceréis, y lo reconocerá la sociedad” afirmaba con fe Roque Dalton. De apoco la profecía  se cumple.
Desde la ventana de la aeronave observo el paisaje que antes nubes y azules, y es ahora líneas geométricas que comienzan a tornarse en ciudad. Mientras disfruto la sensación de la llegada sigo recordando a Arturo, al maestro que devino en amigo, a la medalla que ya es suya, a su obra que ya es nuestra.
Columna publicada en el periódico Expreso de Cd. Victoria y La Razón de Tampico, Tamaulipas. 
 Portales electrónicos: Gaceta.mx y La Región Tamaulipas.
 Publicado el 25 de octubre, 2012.

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